jueves, 20 de diciembre de 2012

Ana ya puede respirar tranquila



Las maletas, mohosas y rotas, ya las tenía preparadas (si se le puede llamar así a tres camisetas y un pantalón con más sietes que una tabla de multiplicar). Su madre estaba a buen recaudo, Cáritas parroquial se había encargado de trasladarla hasta un centro de la provincia, pero la pequeña Marta aún dormía en la silla que recogió de la basura.

Ana lloraba un día más de forma desconsolada., mirando un roto álbum de fotos, que recogía sonrisas y felicidad de tiempos pasados, cuando la sombra del dinero abrazaba el mapa de España.
 
Algunas estaban rajadas, precisamente en las que salía  Manolo, quien compartía su vida. Llena de dolor, se preparaba para el momento con el que el ser humano la había sentenciado, dejar esos cuatro muros que le daban cobijo. 
 
No podía comprender, como alguien que no tiene para alimentar a carne de su carne, podía ser desahuciado. Pero, de repente todo cambió. Paquita aporreaba la puerta: El tijeritas del PP, le daba por fin una alegría: los desahucios se habían paralizado en casos extremos. 

Ismael Ruiz Pérez

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